Un creciente consenso internacional comienza a estrechar el cerco diplomático sobre Israel. La continuación de la ofensiva militar en Gaza ha provocado una ola de condenas y medidas de presión que comprometen las relaciones del gobierno de Benjamin Netanyahu con sus principales aliados occidentales.
La declaración conjunta de Reino Unido, Francia y Canadá el pasado lunes, en la que califican de “atroces” las acciones del ejército israelí y advierten sobre “acciones concretas” si no se permite el ingreso inmediato de ayuda humanitaria a Gaza, marcó el inicio de una semana crítica para la diplomacia israelí.
A esta se sumó una nueva ronda de sanciones impuestas por Londres a líderes de los asentamientos en Cisjordania, como Daniella Weiss, y la suspensión de negociaciones comerciales entre ambos países. La embajadora israelí Tzipi Hotovely fue citada por el Ministerio de Exteriores británico, un gesto diplomático reservado para situaciones de extrema gravedad.
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En paralelo, la jefa de política exterior de la Unión Europea, Kaja Kallas, anunció que una amplia mayoría de los países del bloque están de acuerdo en revisar el acuerdo de asociación vigente con Israel desde hace 25 años, lo que pondría en entredicho los vínculos económicos e institucionales con ese país.
El mundo contra la barbarie
El detonante de este “tsunami diplomático”, como lo describió el diario israelí Ha’aretz, es la situación humanitaria extrema en Gaza. Con más de 50.000 muertos, hospitales destruidos, el 90% de la población sin acceso regular a alimentos y miles de bebés en riesgo inminente de morir de hambre según la ONU, la presión internacional escaló tras conocerse declaraciones del ministro de Finanzas israelí, Bezalel Smotrich, quien llamó a “destruir lo que queda” del enclave y trasladar a la población a terceros países. Declaraciones que fueron calificadas por el ministro británico David Lammy como “repulsivas y monstruosas”.
El director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, también pidió “clemencia” a Israel tras describir la situación sanitaria y alimentaria en Gaza como la peor emergencia humanitaria derivada de una guerra en la historia reciente. “Convertir el hambre y la falta de medicamentos en armas de guerra es inaceptable”, afirmó.
Aunque Smotrich no tiene poder de decisión militar, el primer ministro Netanyahu es cada vez más señalado como responsable político de los excesos de la guerra, especialmente por su cercanía a la extrema derecha. Su respuesta fue acusar a Reino Unido, Francia y Canadá de alentar a los “asesinos en masa” de Hamás, afirmación que escaló la tensión diplomática.
El asesinato de dos empleados de la embajada israelí en Washington, ocurrido esta semana, fue también instrumentalizado por el ministro de Exteriores israelí, Gideon Sa’ar, quien insinuó una conexión directa entre los discursos críticos hacia Israel y ese acto criminal, sin presentar evidencia.
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El silencio cómplice de Trump
Mientras tanto, el presidente Donald Trump se ha mantenido prácticamente en silencio. Aunque funcionarios de la Casa Blanca reconocen su “frustración” con la prolongación del conflicto, no ha habido pronunciamientos oficiales contundentes.
Desde la comunidad judía internacional también crecen las voces críticas. Michael Levy, exasesor de Tony Blair, aseguró que “la condena llegó tarde” y pidió a los gobiernos del mundo oponerse activamente a la guerra en Gaza.
El aislamiento diplomático, la indignación global y la creciente catástrofe humanitaria configuran un escenario inédito para Israel. En medio del desastre, se mantiene en silencio el único hombre con poder real para detener la guerra: Netanyahu.